
- En verdad, sí creo en las relaciones, creo en una relación contigo. Solo contigo. Creo en amar desesperadamente. ¿Y sabes? Sí me pongo celoso. Mataría a todos esos sujetos despreciables que se te acercan a las discotecas que vas. Y desaparecería de esta tierra a cada uno de esos amigos que te escribe siempre. En verdad, frecuentemente me sobresalto con cada una de tus apariciones. Con cada una de tus palabras. Hasta con cada uno de tus pestañeos. Me pongo muy nervioso cada ves que te espero llegar y repito como un verso la primera frase que te diré.
Es una mañana con un sol despertador. Un rayo profundo se cuela por tus cortinas que son arrastradas por el viento que entra por el balcón. La luz me despierta. Yo casi desnudo con un pie afuera de la cama, busco el frío en el piso y el calor en tu cuerpo. Tu sigues durmiendo. Cabeza al lado y ojos bien cerrados.
- ¿Sabes? Te veo ahí echada durmiendo a mi lado. Amaneciendo conmigo. En esta mañana sin resaca. Te veo a mi costado y solo puedo decirte una cosa. Una verdad ahogada.
- ¿Sabes? He sido un gran mentiroso. Te he engañado todo este tiempo. No te he dicho la verdad. No soy quien piensas que soy. No soy quien dije ser. No soy en gran parte lo que tu esperas de mí.
- No soy el tipo relajado que no cree en las relaciones. No soy el sujeto fresco de sonrisa fácil que te dice que no siente celos. No soy el hombre tranquila que no se sobresalta cuando tu no estás. No soy esa personas sosegado que no se paraliza cuando tu apareces. Que no se pone nervioso cuando te habla. No lo soy.
- Me como mis dudas siempre. Me trago mis titubeos. Siempre tomo aliento antes de cada encuentro contigo. Me trago mis miedos. Me como mis celos. Respiro hondo y voy por ti. Siempre por ti.
- Ahora que ya lo sabes puedes escapar si quieres. Puedes levantarte de esta cama y salir despavorida. O quizás, con decoro. Puedes pararte, decir que tienes que hacer y que es hora de que me vaya. Puedes dejar que pasen varios días y cuando te llame, puedes contestar cortante. Puedes desaparecer sin dejar huellas. Ahora que sabes la verdad te puedes ir. Intentaré no seguirte. Buscaré dejarte ir.
Tu sigues durmiendo y veo que abres esos ojos grandes que siempre me iluminan y me encantan. Este es un halago que nunca te he hecho, pues seguramente demasiada gente te lo ha dicho. Todos te deben decir lo hermosa que eres, pues lo eres. Pero no se dan cuenta de muchas otras cosas mas: lo dulce y tierna que puedes ser antes de dormir. Lo aguda y perspicaz de tus respuestas cuando chateas. Lo preciosamente posesiva que puedes ser conmigo. Lo impulsiva, lo libre, lo extraña, lo inteligente, lo amable, lo sincera, lo adorable. Muchas cosas más que tú y solo tú eres, además de hermosa.
Me miras con extrañeza. Estiras tus ojos. Te sujetas el pelo con la mano y te recuestas en tu brazo. Me sonríes.
¡Y salió!. Una frase nunca antes dicha por mí. Unas palabras que nunca uní en mi vida. Vocales y consonantes que jamás salieron unidas de mi boca. Iba contra todo lo que creía, hasta ese momento. Y recién entendí muchas cosas en este instante a tu lado.
- ¿Quieres casarte conmigo?
Ahí estaba yo. Proponiéndote matrimonio. Yo. Sí yo. El libertario y libertino. El que pregonaba la libertad del amor. El de los compromisos sin contratos. El que se durmió en los dos casamientos de su hermano. Yo. Sí. Yo mismo. Quien odió cada vez que cada uno de sus amigos se casó. Quien cambió su firma cuando fue testigo del matrimonio de su mejor amigo. Increíble, pero lo dije. Te lo dije.
Es que la propuesta no estaba basada en la tradición, ni en el compromiso firmado. Tampoco en la celebración del amor, ni en la fiesta para los amigos. Lo que quería decirte con esa propuesta es que te quedes. Que ya no busquemos más. Era una proposición signada por mi absoluta devoción a ti. Es decir: no quiero conocer a nadie más, nunca más. No se si nos casamos mañana o en un año, pero hacerlo. En un instante, en nuestro momento. Como una promesa para no olvidar.
Tu en vestido blanco y yo en terno muy negro. En una iglesia si es necesario y con todo nuestro tropel de familiares y amigos si así requiere la situación. Tal vez en un pueblito de Chincha o en un salón municipal de barrio. Quizás solo con dos testigos desconocidos o en un matrimonio masivo.
- Sí.
- Y no me haz engañado. Siempre lo supe...
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